viernes, 2 de diciembre de 2011

El adiós

Palpitán en mis manos palomas
de lejanas tristezas.

Pablo García Baena



Era abril, lo recuerdo
y tu mano dormida se me murió de cuajo.
Se quebró tu mirada y se quedó postrada
muy cerca del andén donde
los mozos recogen equipajes y las muchachas
encienden primaveras.
He vuelto tantas veces a tornar a ese instante
que se me hace lento evocar lo vivido.
Ya ha llovido mil veces sobre la humilde tierra,
pero a pesar de todo, tu triste sombra cala
hasta en lo más profundo. Porque fuiste
el ángel que me cubrió la espalda
cuando hasta el tiempo duele.
Pero ya nada existe, un largo adiós profundo
una paz o una muerte
- el color del olvido -.

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