Creo en la vida a ratos:
cuando escucho una música suave
o la cantinela de la lluvia en los aleros.
Creo en el hombre a ratos.
Y, solo por un día, recuerdo la inocencia
del diminuto gesto del ser cuando nacemos.
Y, a veces, hasta siento
esa bonda infinita que sobrepasa límites
y eleva los sentidos.
Pero también creo en la muerte de aquellos
que no olvidan,
y en los ojos de aquel que no conoce
nada más que miseria,
y en la pálida mueca y en la llamada altiva
y en el odio, el desprecio.
Y en la mirada ausente e inexpresable rostro
de un año sin sandalias.
Y en el vientre infecundado ... Y en la tierra baldía.
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